¡Hola Futboleros!
Hoy en Bajopalos, como en la mayoría de medios, recordamos lo ocurrido hace un año en la final del Mundial. En este recuerdo se juntan muchas emociones, todas ellas asociadas con la transformación de un sueño en realidad. El fútbol español alcanzó lo máximo marcando un estilo de juego, lo cual añade más importancia a lo ocurrido. No fue sólo ganar un campeonato del mundo, ni una victoria más, fue la unión de un país que dejó de hablar de la crisis gracias a nuestra Selección.
Si no hubiésemos ganado, probablemente recordaríamos este mundial como una decepción más o también por el vergonzoso papel de dos campeonas del mundo como Francia e Italia, pero esta vez no, esta vez era nuestro momento y Sudáfrica 2010 quedará en nuestra memoria como el año en que nos alzamos con la copa dorada.
Para ello, España recorrió un camino lleno de obstáculos que salvó gracias a la calidad y a la personalidad de sus jugadores y a la serenidad e inteligencia de nuestro seleccionador, Del Bosque. Nuestro primer rival fue Suiza, partíamos como favoritos a lograr el campeonato y, por tanto, a vencer cómodamente a nuestro rival. Aquí llegó el primer contratiempo, perdimos 0-1. Aparecían los fantasmas de los partidos inaugurales, las primeras críticas (Luis Aragonés se empezó a lucir), mofas de algún diario sudamericano (Olé como te comiste tus palabras pibe), sobraba Busquets (me incluyo en esto último)…Todo disfrazó lo que fue un resultado injusto e inverosímil, injusto por el juego desplegado por uno y otro equipo e inverosímil por lo poco que hizo Suiza para superar a Casillas.
Con este panorama se llegaba al segundo partido contra Honduras, España había sido devaluada y el seleccionador hondureño se veía con muchas posibilidades de ganarnos. España solventó el partido 2-0, Villa empezaba a demostrar el olfato goleador que perduró durante todo el campeonato. No fue un partido brillante de España y las dudas seguían, más si cabe con la variante táctica de Del Bosque metiendo a Navas en el once. El primer partido había pasado factura en lo que a confianza se refiere.
Para cerrar la fase de liguilla nos enfrentábamos a Chile, teníamos la clasificación encaminada pero también estaba la posibilidad de quedar eliminados. El desarrollo del torneo no nos permitía estar tranquilos. De ese partido salimos muy reforzados, el juego mejoró y pasamos de ronda. Ganamos por dos goles a uno con golazos de Villa (en especial) y de Iniesta (que nos tenía lo mejor reservado para otro día).
Tras la fase de grupos llegaron los cruces a vida o muerte. En octavos vencimos con justicia (resultado corto de 1-0) a la selección portuguesa de un CR muy perdido sin entendimiento con su equipo. Venían los cuartos, nuestra eterna barrera. El rival invitaba al optimismo, ya que Paraguay no se consideraba un rival muy temible. En el fútbol ya se sabe… sufrimos como perros, Casillas empezó a erigirse como otro de los protagonistas, el penalti que paró a Cardozo fue algo que tampoco se olvidará. El árbitro nos la lió considerablemente pero, a pesar de todos los obstáculos, España volvió a ganar a los fantasmas. Los cuartos estaban superados con un gol agónico de Villa. Ahora reinaba el optimismo, se tenía la sensación de que si se pasaba esta ronda todo iba a fluir hacia la gloria. En ese flujo venían los alemanes en semis. Venían desplegando un gran juego y se habían cargado a Argentina por goleada. Además tenían ganas de revancha por la Eurocopa, donde empezamos a reinar. Nos los comimos, aunque el resultado volvió a ser pequeño (1-0). Fuimos superiores de nuevo y todo eso lo culminó Pujol con un gran testarazo a la salida de un corner. ¡España vibró con el tiburón!
Estábamos en la final, jamás habíamos llegado tan alto. El último escollo para la gloria era Holanda. Era un regalo con un envoltorio de juego alegre y limpio, pero al abrirlo salió un ejército de ninjas naranjas. De Jong y Van Bommel como protagonistas. Les dimos un baño y una lección de cómo jugar al fútbol en 90 minutos, pues no sirvió. Ellos seguían sin encajar ningún gol y ¡seguían con 11! Bravo por el árbitro de cuyo nombre no quiero acordarme, no te mereces publicidad. Los holandeses eran sucios, pero tenían calidad también. Eso se vio cuando Casillas salvó dos mano a mano frente a Robben, se nos pusieron de corbata y bajaron ipso facto gracias a San Iker. Hasta el momento eran sentimientos de impotencia por no haber rematado el partido (muchas oportunidades marramos), de injusticia por la pasividad arbitral y de algún que otro susto. En el minuto 117 todo el sufrimiento se acabó y los procesos de asimilación de lo conseguido (que todavía duran hoy) empezaron a funcionar, el crack de Fuentealbilla, Andrés Iniesta, marcaba el gol que nos convertía en campeones del mundo. España era fiesta, era alegría, era orgullo, etc., y la justicia futbolística se hizo realidad.
Hoy se cumple un año de esa gran gesta y creo que seguirán pasando los años recordándolo con la misma nitidez. Los recuerdos dejan huella en nosotros proporcionalmente a la carga emocional que llevan, por lo que considero que será una huella difícil de borrar.
A disfrutar del fútbol.
Pablo Feito & Santiago Serrano
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